EL EQUÍVOCO.
Pepe entra en el bar de su barrio, hacía días que no lo
hacía.
El dueño, amigo suyo se sorprende al verle.
- ¡Pepe! ¡cuánto tiempo! ¿Dónde estabas? Estábamos hablando
aquí entre los tertulianos qué había sido de ti.
-Es que he tenido un disgusto…
Todos los clientes se arremolinan en torno a Pepe.
- ¡Cuenta Pepe, cuenta! - Le suplican.
-Fue el viernes pasado, así sin darme ni cuenta, me quitaron
la vesícula. - Contesta azorado Pepe.
- ¿La vesícula? -Contesta uno.
- ¿Eso vale mucho? -Pregunta otro
-No tengo ni idea, de eso se encarga mi mujer. Pero dice que
va a ser un pico en el seguro- Responde Pepe.- Encima he tenido que estar tres
días en el hospital ingresado.
- ¡Qué gentuza anda por ahí suelta, si les pillo…! - Dice
amenazadoramente el dueño del bar, mientras mira el bastón de su abuelo
Gregorio que lo tiene colgado de una pared.
-Pero Pepe -pregunta otro cliente- ¿Ya estás bien?
-Me duele cuando toso, es que me han dado más de diez puntos
de sutura. – Y se señala el bajo vientre.
- ¡Esto no se puede quedar así! - Gritan todos al unísono.
-No, si ya estoy bien, doy gracias a que todo fue muy rápido,
la verdad es que no me enteré ni de que me la quitaban.
- ¡Este país se va a la mierda! - Grita encolerizado un camarero.
- Aquí alguien quita algo y no pasa nada.
-Tranquilo-Contesta Pepe - Si fue muy amable conmigo. - me
dio algo que me dejo grogui en el acto.
-¡¡¡Dios, y encima le drogó!!!- Contesta otro cliente. -Vete
a saber que más le habrán hecho.
-Pues había alguien que me quitó la ropa, pero no puedo decir
más. Lo tengo todo un poco borroso, ciertamente. ¡¡ Es que fue todo tan rápido!!
Con los ojos abiertos y sin decir ni mú, se quedaron todos
los clientes.
-Chicos, si no es nada. Yo le agradezco que todo fue en unos
minutos y no me enteré de nada. - Dice Pepe. - ¡Anda, que casualidad! – Exclama
sorprendido mirando por la ventana- si
ese hombre que está bajándose del coche, si, ese que viene detrás del camión de
mudanzas, ese-dice señalándole- ese es
el que me quitó mi vesícula.
Todos se tiran a mirar por la ventana.
-¡¡Vas a ver cómo se lo agradezco yo!! – Grita el dueño del
bar, saliendo corriendo con el bastón de su abuelo Gregorio.
-Y yo, y yo,y yo- Gritaban todos los camareros y clientes del
bar.
Pepe se quedó sentado, era una pena que le hubieran prohibido
beber alcohol, porque entre todas las botellas que llevaban en las manos los
clientes, iba a haber una buena fiesta.
>>Desde luego, el doctor Gómez, no podía quejarse de la
bienvenida que le iban a dar sus convecinos>> -Pensó Pepe.
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